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El viejo de la plaza

Con frecuencia, sobre todo cuando comienza a ponerse el sol, recuerdo el consejo de un hombre del barrio, un señor al que le gustaba que le digan gran abuelo ( 大爷 ) o viejo abuelo ( 老爷爷 ), según la traducción literal que hago. Alguien mucho más adelantado que yo en la carrera de la vida, aunque capaz de ejercitarse por más tiempo, con una lucidez mental muy superior a la mía y una verborragia y acento propios de los pekineses (así aprendí chino, a las cachetadas que sabe dar la calle). Una tarde como tantas otras, coincidimos en la placita comunal. Este chino octogenario intentaba en vano enseñarme a tocar el erhu (un instrumento de cuerda chino). Yo repetía, frustrado, « 我这么那么笨 » [Soy tremendamente tonto]. Habrá sido la decimoquinta vez que lo aseguraba, casi en un berrinche, cuando el gran abuelo sonrió, me retiró el erhu y expresó en un tono apacible y musical, con una voz instruida tras años de dar vida a canciones: « 你宁可失败,也不会放弃自己的理想 » [Es preferible perder antes que ir en contra

Palitos babeados

Compartí mesas con chinos en las que había platos en el medio y comensales con palitos atacando la variedad culinaria alrededor, babeando los cubiertos e insertándolos una y otra vez en los platos comunales, chupeteando del mismo vaso de cerveza, para terminar con jueguitos parecidos al de la botellita en un KTV. Sin miedo a ningún virus conocido. Compartiendo bacterias en un gesto de confianza. Esos mismos chinos hoy tratan de no salir de sus casas. Permanecen cautelosos, resguardándose, sin tener contacto alguno con todos esos amigos con los que antes intercambiaban gérmenes y bacterias en un acto megalómano. Y me aparecen imágenes de rondas de mate, de cigarrillos de boca en boca pitada a pitada, de jarras de fernet comunitarias. De amigos charlando, armando choripanes para el prójimo con las manos desnudas y grasientas. De chuparse los dedos cuando los ñoquis de mamá están muy ricos. Y ya no sé si estoy en Argentina o en China, o estaba, porque hoy no está esa China que me hacía se

Los tigres de Sumuo

Fomentar e inducir estratégicamente la pobreza como método para alcanzar el máximo escalafón del fútbol mundial fue el plan que llevó adelante el gobierno de Freelandia tras investigar el trabajo de países europeos, asiáticos y sudamericanos a lo largo de las décadas y los siglos. En secreto, operaron sin dar a conocer el maquiavélico proyecto a su población ni al resto del mundo. Freelandia, una nación del sudeste asiático, se distinguía como una potencia económica, la número tres en cuanto a PIB per cápita. A pesar de ello, y del dinero invertido en el deporte más popular del mundo (infraestructura, mercado de pases, promoción), el país ocupaba año a año, estoicamente, los últimos puestos del ranking de la FIFA. Sus estadios, diseñados por los más excelsos arquitectos, eran de los mejores de Asia e incluso del planeta. Las condiciones salariales de los jugadores eran magníficas, y los clubes freelandeses estaban dispuestos a pagar lo que fuera por el jugador deseado; pero esto solo c

Lagarto terrible

Lo había logrado. Según sus cálculos, rompería el cascarón en apenas unos minutos. Esta vez sí. Un dinosaurio pisaría la tierra tras millones de años, y el primer ser humano en atestiguarlo sería él. Su gato Claudio, el primer felino. El mayor logro científico de la civilización que conocemos, sin dudas, pensaba. Eclipsaría a los Willmut, los Testart, a los biólogos todos, incluso a astronautas e ingenieros. Bebía agua, botella tras botella, nervioso, y fumaba cigarro tras cigarro, mientras ronroneaba el minino. Faltaban minutos, segundos quizá. Nada. Observaba el huevo, ansioso, el trabajo de una vida. La ceniza sobre el suelo. Ganas de mear. Miau . Dudó, pero no podía aguantar un segundo más. Marchó a toda velocidad al baño del laboratorio. Disparó un chorro de orina blanquecina, que salpicó al hacer impacto. Escuchó un ruido seco. Echó a correr con la bragueta abierta y se encontró con la escena más temida: Claudio sosteniendo una pequeña figura aceitunada y sin vida entre sus fauce

Tanga en Cuarentena

No estaba en su mejor momento. Quizás se trataba del peor de entre todos los malos momentos de su vida. Sujetó su mano ausente e invisible mientras redactaba un aviso clasificado. Recordaba su olor. También sus mimos. Esa alegría irrepetible de tomar el té con bizcochos de grasa. Lloró. Rogó a Dios. Siguió escribiendo. Sabía que ofrecía más de lo que podía dar, pero también sabía que estaba dispuesto a darlo todo. Vivir, debía vivir, así lo hubiera querido. A través de la ventana, el vacío de una ciudad sin gente coreando algún cántico futbolero y tomando un liso. Supo reírse de sí mismo en el más caótico de los caos. Se ofreció en cuerpo, sin alma. Lo hizo, vivió. Los clientes satisfechos. Respiró el aire que ella ya no respiraba. Daría sus años por volver a ver su rostro feliz de domingo a la tarde. Las penas escritas en una tanga negra perdida bajo la cama. Él, su ella… y Ella, impoluta. Se abría paso la vida. Un virus dando vueltas, como tantos otros, ya no tan malito. Él, más vivo

Proyecto Maradona Chino

 Li Meng es un amigo shanghainés. Me ha sido muy difícil hacer amigos chinos que me inviten a sus casas sin mayor motivo, pero este es uno de esos. El hijo de Li Meng gustaba de jugar a la pelota. Mucho, todo el tiempo. Andaba de aquí para allá pateando la bocha. Por todos lados, excepto dentro de la casa (por orden del papá). —Va a ser el Maradona chino, acordate —aseguraba Meng cada vez que tenía oportunidad. Yo lo vi jugar, y sí, era bueno el pibe. Marcaba una diferencia impresionante en la cancha frente al resto. Aparentaba ser un jugador de otra categoría, que debería jugar con nenes más grandes que sus compañeritos de siete años. A eso lo deduje por mi cuenta o me lo dijo Meng, no estoy seguro. En los últimos años, entre tantos confinamientos, el “Proyecto Maradona chino” creado —y criado— por Li Meng aparentemente se vino a pique, porque el chico perdió interés en el fútbol. No tocaba la pelota, ni practicaba jueguitos o regates o lo que sea que quisiera hacer sin otra compañía

人鱼

我忍不住想着那些被困在那个单调的小鱼缸里的鱼,这是我租来的房子里留下的遗产。在他把钥匙交给我的时候,这两个水生生物的主人只是道歉说: “你可以保留它们,也可以扔掉它们。随你便。” 我的痴迷与日俱增,每次我喂它们,侧身观看或听到它们从这里泳动那里。我开始梦见我是一条鱼(或人鱼?),当我醒来时,我很难呼吸,很难适应环境。我花了几分钟才确定自己是一个梦想成为鱼的人,还是一条被鱼缸捕获困住的鱼,在这个鱼缸里开始了他的人类生活梦想。我知道我梦见它是其中一条特别的鱼,但我不知道是哪条鱼。两只金鱼,没有什么异常。非常常见,没有象蝴蝶一样的鱼或多色鱼。 有一天,我无法继续前进,我被这种状况窒息了。鱼缸的居民影响我的生活,摧毁了我所剩无几的身份,是他们还是我。如果我不再是他们。 我决定释放它们,在一个比那个无聊的水监狱具有更好特征的环境中。我探索了这个社区,发现了一个池塘,池塘里住着相同(或非常相似)的鱼。非常可爱,显然很干净,装饰得很好,有流动充足的水域,给人一种拥有与自由非常相似的属性的感觉。 回家后,我迅速把小动物放进塑料袋里,小跑着下楼,一直走到离我公寓大约三百米的池塘。我不假思索地让他们转瞬间离开,而我无法看着他们离开。我不曾想过两次。我不敢看到他们走路。心中的某些东西正在让步,将自己淹没在那些未被发现的水域中。也有一些东西,比那个池塘更大、更深,在我体内诞生。 从那天起,我不再梦想我是鱼缸里的鱼。那种梦见自己是一条鱼的感觉消失了,梦见自己是自由行走的人。但有些时候,突然间,我在黎明时分睁开眼睛,无法分辨我是不是那个读到一个梦想成为鱼的男人的故事的人,而没有区分他是一个人还是一条鱼;或者我是那个写下那篇记述的人,讲述了他梦想成为一条鱼的经历,无法辨别它是鱼还是人,还是鱼人,还是人鱼。