La Jaula
Hay un momento en que los hombres descansan, lejos, al otro lado del mundo, donde el sol se pone y las cigarras dan lugar a los grillos. Las mamás arropan a sus hijos, algún mate lavado, un café tibio y las voces incontables que retumban gritando los recuerdos del día que se fue. Justo en ese momento es que Beijing despierta. Antes de que los primeros rayos del sol más amarillo alcancen las calles que aún bostezan, un hombre pasea a su pájaro por el parque. El ave no canta ni vuela, no sabe qué sabe, ni vive lo que vive sin querer vivirlo. Pero el señor, con sus 76 años, silba y se mueve adiestrando su cuerpo siempre joven en las artes del Tai chi chuan. El pájaro quisiera volar, como todos, como los hombres. El pájaro desea ser libre, como su dueño. El hombre salta, hace ejercicio. El ave, en un ataque frenético, aletea rápidamente y aún más aceleradamente se arrepiente de su arrebato de esperanza al chocar su cuerpo debilitado por el cautiverio contra el muro de alambre. El pájaro se