Condena


Descendían a las tierras como aves de rapiña, se lanzaban como caranchos sobre los restos de una oveja campera. Solo podían observar con hambre al resto de los otros, los no suyos, los vivos. Se abalanzaban y sonreían de puro gusto, creyéndose dignos de ser nombrados cazadores. Pero lo que no sabían era que estaban destruyéndose a sí mismos. Ni su vida, ni su alma, ni su conciencia, ni su cuerpo despreciable. Ellos estaban acabando con su legado. Nadie los volvió a nombrar jamás en la historia y serán apenas referenciados por error alguna vez. Pero ahí estuvieron, siempre. Ahí está su vida, su alma, su conciencia y hasta su cuerpo, vagando penosamente sin poder trascender jamás.

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