Viernes de mañana
Viernes de mañana. Dormí mal. Nos juntamos a charlar hasta altas horas con una amiga estadounidense, de Dallas más precisamente. Terminamos discutiendo. Pedí un Jim Beam con dos hielos, y mi compañera un agua tónica con limón. No bebe alcohol ni escucha rock; son cosas del diablo, dice (y yo tomando un desubicado “whisky on the rocks”). Ella es profesora de inglés en una escuela secundaria y lesbiana —un dato que menciono porque tiene que ver con el principal tema de conversación de la velada—. Es, además, muy católica. Tras hablar de su trabajo, pareja, etcétera; comentó sobre lo poco inclusivo que es el papa Francisco (“Argentinians are like that?”). A mí siempre me gustaron las historias de la Biblia. De chico leía el Antiguo Testamento e imaginaba escenarios que enfrentaran a Goku y Sansón. En esta ocasión éramos mi amiga y yo enfrentados cuando mencioné Sodoma. Y seguimos por otros pasajes. Y otros más.
—¿Cómo esperas que los judíos de antaño piensen igual que nosotros? —preguntó y agregó—: Ellos la escribieron.
—¿Entonces la Biblia no tiene valor alguno? —respondí con una pregunta.
—Claro que sí. Pero hay que interpretarla, adaptarla a los tiempos que corren. Ya no somos esos judíos.
—¿A conveniencia?
—Bueno, no, pero...
Seguimos por una hora, creo. El debate se acaloró. Tuve que recurrir a la red de redes para citar algunos versículos que resultaban para mí muy claros, aunque para ella estaban “fuera de contexto”. Salió a la luz el pasaje protagonizado por Pablo en la primera epístola a los corintios, 6: 9-10:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni hombres que tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que acuestan con hombres, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.”
—¿Ni siquiera Pablo? —consulté.
—Quizás no. En fin, me crié con esta religión. Pero me gustan las mujeres. Creo que el Vaticano podría ser más comprensivo, no tan...
Rápidamente cambiamos de tema. Hablamos de minas y literatura japonesa cual buenos amigos y nos reímos fuerte, como la tranquilidad de una madrugada de jueves en un barrio bien chino exige. Creo que le dio un sorbo a mi whisky cuando fui al baño.
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