Proyecto Maradona Chino
Li Meng es un amigo shanghainés. Me ha sido muy difícil hacer amigos chinos que me inviten a sus casas sin mayor motivo, pero este es uno de esos.
El hijo de Li Meng gustaba de jugar a la pelota. Mucho, todo el tiempo. Andaba de aquí para allá pateando la bocha. Por todos lados, excepto dentro de la casa (por orden del papá).
—Va a ser el Maradona chino, acordate —aseguraba Meng cada vez que tenía oportunidad.
Yo lo vi jugar, y sí, era bueno el pibe. Marcaba una diferencia impresionante en la cancha frente al resto. Aparentaba ser un jugador de otra categoría, que debería jugar con nenes más grandes que sus compañeritos de siete años. A eso lo deduje por mi cuenta o me lo dijo Meng, no estoy seguro.
En los últimos años, entre tantos confinamientos, el “Proyecto Maradona chino” creado —y criado— por Li Meng aparentemente se vino a pique, porque el chico perdió interés en el fútbol. No tocaba la pelota, ni practicaba jueguitos o regates o lo que sea que quisiera hacer sin otra compañía que su propio ser.
—A mí me gusta jugar con amigos, sino no —respondía cada vez que su padre le insistía con que patee la pelota dentro de la casa sin preocuparse por romper una lámpara, las ventanas, el televisor de pantalla gigante, los jarrones de porcelana o a la abuela.
Durante una de las llamadas que mantuvimos recientemente, en la primera mitad del año 2022, Li Meng me contó, con algo de orgullo paternal y mucha amargura, que su pequeña criatura se estaba convirtiendo en «un monstruo jugando al “League of Legends”».
Lo felicité. Y colgué.
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