Mazu

En China, Poseidón es mujer y se llama Mazu, la reina indiscutible de los mares.

Se erigen en Hainan altares honrándola en cada rincón, casa y lugar. Hay más estatuas de la diosa siendo adoradas que banderas chinas flameando.

Mazu era una humana, una fujianesa común y corriente —muy bonita, sí, pero del montón entre tantas chinas lindas—, que luego se convirtió en diosa. De hombre a dios, un rasgo común entre gran parte de los miembros del panteón chino.

Hay versiones de su leyenda que dicen que salvó a su padre de un terrible tifón; otras, más tristes, la describen buscando a su progenitor por toda la eternidad.

Los chinos del sur, taoístas y budistas, la ven como una madre protectora que vela por las embarcaciones que se aventuran mar adentro en busca del alimento de cada día.

A mayor distancia de Beijing, exponencialmente hay más templos, estatuas y rituales. Digo, como si importara, que los que piensan que la gran mayoría de los chinos son ateos se equivocan feo, incluso si son compatriotas. Creen y rezan, viven esta vida pensando en la que vendrá, porque siempre hay un mañana.

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