Historias errantes de almas perturbadas: Guía para lectores curiosos
Página 33: “A al” es un uso gramatical incorrecto frecuente entre los ladrones de esta escuela.
Página 40: Error de impresión del “Diario de las masas”, medio para el que escribe el Periodista:
“Un extraño caso llamo la atención…”
Página 52: Homo sapiens sapiens sapiens: el Periodista hace referencia a un nuevo hombre, posiblemente comparable al Superhombre de Nietzsche en ciertos aspectos. El homo sapiens sapiens sapiens refiere el hombre moderno con obsesiones incurables.
Página 47: Océano pacífico refiere a lo pacífico de las aguas oceánicas (esto no anula la posibilidad de que auténticamente se trate del océano Pacífico).
Capítulo 9 (2): El Periodista, agonizando, olvida el orden correcto de los capítulos que componen la novela y se integra a los relatos de forma tímida y confusa.
Capítulo 10: El Fantasma es la totalidad y la nada, todos y nadie.
De la contratapa: La voz masculina, la que gobernó el relato en su plenitud, se confunde con la belleza de las féminas y se confunde evocando a un amor perturbado que se escapó entre escritos perdidos.
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A al ladrón (desde la página 33 de Historias errantes de almas perturbadas)
Subía, rumbo a la cima, mientras me debilitaba cada vez más. Mis piernas flaquearon cuando el sol lanzó esa llamarada algo azulada, de un intenso brillo de piedra preciosa y con un dejo de nitidez propio de cosa sólida. Observé a través de mi mano alzada y divisé, como reflejada en el astro, la mirada del Maestro. No dudé en avanzar por ese sendero, en esa dirección y a ese ritmo. Una mosca comenzaba a molestarme, luego se sumaron otras diecisiete y les siguieron cinco más.
Acelero mi paso y al galope avanzo entre matorrales y piedras gastadas. El sol se apaga y todos esos deseos sin concretar se aparecen en mi mente como fotografías de álbum familiar. Mi marcha no cesa ante sonrisas de doncellas y besos apagados. Diviso otra luz, más cercana. La busco.
Avanzo dando saltos, imitando a un canguro, pero no encuentro motivo alguno para este accionar que me hace menos que irracional. Entonces, al cruzar la cuarta colina, veo una multitud de hombres canguro luchando entre sí. Sin otra posibilidad, me sumo a esa batalla con las energías que aún poseo.
Cada vez somos menos los que quedamos en pie y nuestros brincos se hacen más débiles con el paso de los días. Entonces aparece alguien más en escena, un hombre de ojos azules enormes y cabello ondulado en tono grisáceo.
—Cada canguro tiene una bolsa, las bolsas guardan objetos que generalmente tienen un valor importante y por esa razón están siendo resguardados en dicha bolsa, al indicado se dirigen mis palabras— exclama suavemente el hombre.
Ahora apenas somos tres los hombres canguro aún brincando. Por primera vez, desde el comienzo de esta riña, descubro los morrales de mis contrincantes. Ya no peleo. Encuentro la manera de extraer cigarrillos de uno de esos sacos y una botella de licor de menta de otro. Los hombres canguro desaparecen en un instante y el individuo de ojos sobredimensionados muestra su rostro auténtico.
Es un niño parado ante mí, de unos cinco o seis años. Sonríe y me estrecha la mano. Dulcemente me indica que estoy listo, preparado para explorar el mundo del robo. El sol comienza a brillar otra vez y me despido del Maestro.
En el camino de regreso me detengo al pie de un árbol, uno de los pocos que encontré en todo el trayecto. Bebo un poco de licor, enciendo un cigarrillo y juego con el humo. El reloj pulsera que le robé al Maestro me dice que son las seis de la tarde. Al ladrón se le enseña a robar como al perro a ladrar. Al es nuestro código imperfecto que nos forja incorrectos.
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El Diario de los Pueblos (amplía página 40 de Historias errantes de almas perturbadas)
Hubo un tiempo en que los hombres utilizaban piedras para lanzárselas unos a otros como forma de comunicar el odio mutuo. En otro momento de la historia, el hombre prefirió las armas de destrucción masiva.
Pero primero fue la palabra y, por esa razón, el Diario de los Pueblos nace como una alternativa en el mundo de la expresión humana. El odio hacia la raza humana es un requerimiento para los periodistas que escriben en esta publicación y el hecho de pertenecer a esa raza los hace vivir en un estado de masoquismo ideológico continuo.
Nótese que los trabajadores de El Diario de los Pueblos consideran que existe solo una raza, la cual debe ser despreciada partiendo desde su existencia.
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Formas (amplía contratapa de Historias errantes de almas perturbadas)
Sus formas perfectas,
de deidad inmaculada,
de animal mitológico,
la hacían verse como perdida
esa mañana de sábado.
Las aves no cantaban,
los rayos de sol
no rozaban el suave pastito
y los ojos perdidos
de los caminantes vespertinos
no se encontraban nunca
con los puestos de comida.
Una tragedia iba a acontecer,
inevitablemente,
pero sus formas,
tan delicadamente contorneadas
por el mejor artista anónimo,
apenas simulaban estar presentes
en el mundo de los vivos.
Tomé mi guitarra
y toqué la canción,
esa que nunca me enseñaron
ni aprendí.
La inspiración me llevó
a interpretar un solo de horas.
Mis manos machucadas,
sanguinolentas y estropeadas
para siempre,
ansiaban palpar,
siquiera una vez,
esas curvas imposibles
que se movilizaban impávidas
ante mi mirada
de aprendiz de mago.
Las verdades,
las mentiras más pequeñas,
todo lo que el hombre
haya concebido jamás,
se hacían una sola bola
de desperdicios mundanos
ante esa escultura de carnes
y fragancias eróticas.
Mi tacto,
con pensamientos propios,
daba giros en el aire,
volteretas de trapecista,
iba y venía
en una carrera sin rivales.
Y fue entonces
cuando ocurrió.
Sus manos eternas
se posaron sobre las mías
y no se separaron jamás,
fuimos enterrados vivos
en una soledad de pareja,
para siempre.
Y sus formas
se hicieron mis formas
y así,
sin remedio,
la estropeé.
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Aventuro (amplía capítulo 9 de Historias errantes de almas perturbadas)
Solía decirse, en diversidad de lenguas y dialectos, que el apasionado por la aventura jamás era reconocido propiamente a través del lenguaje. Y esas críticas eran realizadas, en gran parte, por fuera del lenguaje. Apareció entonces un nuevo idioma inspirado en el esperanto que cambió para siempre la forma de apreciar la aventura. Aventuro es la expresión de ese esperanto destinado al desuso que tomó la nueva lengua y que determinó el destino de los aventuros que recorren el mundo en busca de lo imposible de encontrar. La nueva lengua es el destino de la aventura, el camino del aventuro.
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