Europa mía
No termino de entender a los africanos. Lo intento, pero siguen siendo tan misteriosos. Hablo de africanos como un todo, porque son “todos hermanos”, según decía un ex colega de Tanzania. En el mundial de Rusia, aquellos provenientes de países que fueron colonias francesas apoyaban a Francia. Tenían la camiseta puesta todo el día. Incluso esperaban que los felicite cuando Francia ganó aquel triste encuentro contra Argentina. “Ganamos, hermano”, le decía un senegalés a un francés de apellido italiano y piel blanco teta. Yo no congratulé a nadie. Apenas se pateó el último penal de la final de la copa. Los franceses no tienen nada que ver con África y a veces me irrita ver cómo una colectividad se fusiona con otra, al punto de igualarse y perder su identidad. Ojo, no lo digo desde un lugar antirracista, ni con una dosis de odio. No soy un racista de manual, ni soy un paladín del antirracismo. No tengo nada en contra de las personas que se fusionan en un todo. También pienso en los europeos y en los argentinos que se fusionaron con su tierra madre para formar un nuevo ser: los latinoamericanos. Soy latinoamericano en un país asiático, en una cultura que no tiene nada que ver con la mía, con una gente que no se parece en nada a lo que se podría decir que es un argentino promedio. No siempre me siento argentino y a veces me resulta difícil decirle a un español que soy latinoamericano, porque, si lo pienso, lo latinoamericano es lo europeo y la mezcla es lo que formó el continente. Pero los africanos siguen siendo tan ajenos, a veces me los imagino como algo parecido a los extraterrestres, pero sin serlo, claro. Pienso en un africano, en un chino y en un europeo. El europeo es el más europeo y el africano es el más africano. Para mí, el africano es como el nene de la casa, el primo que se incorpora a la familia y que, en cierta forma, termina siendo un poco extraño. La persona que llega a una fiesta sin haber sido invitada, el tercer invitado a una boda que se cae de maduro que no conoce a los novios. Hay mucha mezcla y mucho de todo, pero el africano sigue siendo tan africano como el europeo es europeo y el latinoamericano es latinoamericano. Aunque no sé si hay algo más auténtico que lo propio, o si la mezcla debe considerarse más “auténtica” que lo puro. Hay algo en todo eso que no puedo entender y me resulta extraño, incluso en una época en la que las fronteras han cambiado tanto y la gente se ha mezclado, la cultura y el idioma han fusionado.
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