Dragón tocado
El día en que finalmente pude tocar a un dragón llegó sin prisa, pero llegó. Después de que los wenzhouneses lo hicieran bailar, saltar, revolotear, hacer trompos y piruetas al ritmo local, se quedó mansito y adormilado. Entonces, con respeto y ciertas precauciones, me acerqué y lo sostuve entre mis brazos unos minutos. Con cuidado, sin hacer mucha bulla. Hasta que sentí que se desperezaba, se cargaba de nuevas energías. Y ahí fue que lo saqué a pasear un rato más.
Comentarios
Publicar un comentario