Día de la Mujer
En un grupo de chat universitario (vale destacar que está conformado por un crisol de nacionalidades) sucedió lo que cada año: alguien dijo “Feliz Día de la Mujer”. Un hombre, claro, oriundo de Camerún. Yo desde hace un par de años “aprendí” que no es lo más adecuado, considerando el trasfondo histórico; eso me enseñaron.
A este mensaje le siguieron otros muy similares de un japonés, un vietnamita, un afgano, un árabe y un senegalés. Algunas chinas dieron las gracias; incluso tratando a los emisarios de caballeros. Lo mismo hicieron las vietnamitas, senegalesas y congoleñas. Una japonesa incluso subió una foto de ella haciendo cosplay a modo de agradecimiento. Por mi parte, apenas me limité a compartir una frase de Jane Fonda (“El feminismo no es solo para mujeres, es permitir que todo el mundo tenga una vida más llena”) y nada más. Se sentía la tensión en el aire. Estaba ahí, el elefante en la habitación, apretujado y con ganas de bailar una cumbia. Y la bailó nomás.
Una croata gritó: “NO QUIERO SU FELIZ DÍA”. De forma similar reaccionaron una española, una inglesa, una galesa, una chilena y una argentina. Hubo un momento de silencio. No recibí notificaciones por alrededor de diez minutos. Hasta que alguien habló, una china.
—A mí sí me gusta que me digan feliz día —admitió.
Más silencio. Aproveché para cargar el celular. Hasta que la croata reapareció:
—Eso es porque seguramente no sabés qué nos recuerda este día.
La china no guardó silencio.
—Claro que lo sé. Pero me gusta que me deseen un feliz día. Es como cuando voy a un templo. No soy budista, pero cada vez que estoy frente a Buda, pido un deseo, ya que si tengo la oportunidad de pedir algo, ¿por qué no hacerlo? Si alguien quiere desearme un feliz día, ¿por qué no agradecerlo? Las mujeres ya hemos sufrido demasiado, hemos tenido demasiados días que no fueron felices. Y este día nos recuerda eso. Eso es lo que yo entiendo, lo que yo aprendí.
Silencio. Transcurrieron cinco minutos. Y otros cinco, una hora, dos. Perdí la paciencia y publiqué esta historia. Yo no diré feliz día, pero sí prometo abrir mi mente y corazón a más visiones, y tratar de comprenderlas. No quiero ser la europea que intenta dar lecciones a asiáticas; prefiero ser un sudamericano que aprende sin discriminar al maestro por su lugar de origen. Buen día para todas y todos, todos y todas.
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