Confesión

Quiero confesar algo. Cuando llegué a China, veía a todos los chinos iguales. Pelo negro, ojos marrones, un idioma incomprensible, etcétera. Era una gran masa de clones yendo de acá para allá. Tras varios años, mucha meditación sobre el asunto de por medio, después de convivir con diferentes culturas (chinas y no chinas), veo a todos los seres humanos idénticos, con sus ojos, cabeza y pelo. Millones de gotitas de agua intentando, cada una, diferenciarse de las de al lado; las que inevitablemente se estrellan contra el suelo y se desintegran; para luego sumarse a la evaporación, la condensación, la precipitación, como un todo igual al todo.

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