Comunidades en China

En China, en las grandes ciudades por lo menos, hay un concepto muy interesante de comunidades. Algunas compañías crean residencias para sus trabajadores extranjeros, no lejos de las oficinas. Casi se podría decir que se trabaja y se duerme bajo el mismo techo.

Esas comunidades pueden ser aburridas o el origen de leyendas urbanas, chismes y rumores. Por eso es que la gente debe aprender a controlar una herramienta fundamental: la mentira.

Aquí les relataré una sucesión de engaños que vi con mis propios ojos o escuché con los oídos de todos y cada uno de mis vecinos.

Probablemente la persona que inició una cadena interminable de mentiras fue un estadounidense. Hizo creer a toda la comunidad que había trabajado a tiempo completo para una importante cadena de noticias. Funcionó, le creyeron.

O quizás hacían como que le creían, porque a partir de ahí las mentiras y la realidad se entremezclaron en una pesadilla kantiana. Podría decirse que esa se trató de la mayor mentira, pero la gravedad de las subsiguientes no lo permite.

Entonces alguien dijo que amaba a alguien y terminó con otro a los besos en el ascensor que daba a la cafetería. A nadie le importó, más que al pobre tipo que se terminó casando con otra al poco tiempo (pobre en cuestiones de salario).

Luego una mujer rondando los cuarenta mintió en su psicofísico: debía tomar a diario varias pastillas recetadas por un psiquiatra que nunca declaró. Las cosas se volvieron raras cuando escaseó la medicina.

Una pareja de recién casados rompió toda conexión y el hombre decidió acabar con su vida al otro lado del mundo. Esas noticias tardaron en llegar (a algunos aún no les habrá llegado); las de la separación y de la tragedia. Cuando a la viuda le preguntaban por su marido, ella decía “No sé, ya volverá”. Yo aún dejo la luz prendida cuando voy a la cama.

Un señor mayor decía que todo estaba bien, hasta que un día confesó encontrarse súper deprimido y tomó un avión de regreso a casa.

Había una mujer que no salía de su casa. Se quedaba allí escondida. Los vecinos acusaban un tufo insoportable, sobre todo por las noches de luna llena. Su compañera de departamento confesó más tarde que en su departamento se practicaba la nigromancia. ¿Cuál de las dos era la bruja?

Una chica mantuvo a su marido en el anonimato por años, hasta que un día lo presentó en sociedad (de esa sociedad formaban parte varios de sus amantes y novios cuasi formales).

Incluso hubo una mujer que fue capaz de ocultar un hijo. Aún no conozco los detalles. Brillante.

Esto les cuento sobre una comunidad internacional pekinesa. Está en ustedes creerme o no, porque si algo debo haber aprendido bien es a mentir o engañar. Tuve varios maestros. La cadena sigue y los eslabones son de plástico aunque la etiqueta diga acero.

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